Nombrar la realidad es el primer y más importante paso hacia la prevención, la reparación y la justicia. Y me gustaría detenerme un poco más en esto. Porque enumerar las violencias que nos afectan no es suficiente, pensar no es suficiente; hace falta sentir y empatizar, o al menos intentarlo. No podemos seguir en esta disociación colectiva y social que nos caracteriza; es hora de hacer una transformación profunda, una revolución, una revuelta. La revuelta de las putas. Si pudiéramos sentir lo que es un día en un prostíbulo…
Lo que nos daña no son conceptos en abstracto: trata, prostitución, explotación sexual, sistema prostitucional, patriarcado, capitalismo, neoliberalismo, racismo, colonialismo… Quienes nos dañan profundamente son el brazo ejecutor de este sistema prostitucional: los consumidores. O demandantes. O compradores. Yo los llamo puteros. Hay quien prefiere un lenguaje más académico y los llama prostituidores o prostituyentes. Me parece perfecto. Yo utilizo putero porque un día un hombre me dijo molesto que esta palabra era muy fuerte y que sonaba muy despectivo. Y pensé: “¡Anda, qué bien!”. Por fin una palabra que cargue de rechazo social y estigmatice a quienes hasta hace poco han sido los eternos invisibilizados, cuando no directamente protegidos y amparados.
En el marco neoliberal del libre mercado nos hablan de clientes, usuarios o compradores de sexo. Como si el sexo fuera un mero producto y no una realidad que nos atraviesa y nos construye, o destruye, a los seres humanos. Como su en las sociedades democráticas el propósito de los hombres fuera adquirir el sexo como algo ajeno a la subjetividad de las mujeres, usando sus privilegios, y el de las mujeres, ser meros instrumentos para obtener placer a través del dominio, y no compartir ambos la sexualidad de manera genuina y placentera con nosotras, sus iguales (desde la perspectiva feminista).
Clientes y compradores, en general, son personas que utilizan servicios. ¡A ver quién es el guapo que va a salir a señalar al cliente, amo y señor en este sistema de valores neoliberales! En el caso de la palabra “usuario” incluso hay más, ya que según su definición es una persona que tiene el derecho de usar una cosa ajena, con unas limitaciones determinadas, eso sí. Todo ello en nombre del progresismo y los derechos humanos y civiles, además. El lenguaje construye la realidad y me pregunto, ¿querremos seguir normalizando que los hombres accedan impunemente a penetrar por boca, vagina y ano y con ello reducir a las mujeres, niñas y cada vez más niños, a meros agujeros y a objetos de uso y disfrute? Un putero es un hombre machista que hace uso de sus privilegios, el dinero y el poder, para satisfacer sus deseos, sin tener en cuenta la condición humana y la vulnerabilidad de las mujeres prostituidas y sus circunstancias. La prostitución es violencia sexual. Ser penetradas de manera continuada y repetitiva es una tortura. El cuerpo de la mujer, y en especial nuestros órganos sexuales, no están hechos para ser penetrados durante doce horas los siete días de la semana. Sin embargo, muchos puteros no se reconocen como agresores sexuales, porque se ven a sí mismos como puteros majos. Incluso piensan que están haciendo un favor a la humanidad “ayudando” a mujeres que están en situación de pobreza, y que las tratan bien porque no les pegan ni las humillan, supuestamente. Pierden de vista que se puede maltratar y humillar de muchas otras formas sin usar la violencia directa y extrema. Porque los puteros pagan por penetrar a mujeres que no es desean. Esta idea de ser mujer y tener sexo sin querer sexo, fuera del sistema prostitucional, se consideraría una violación. Sin embargo, en la prostitución la violencia sexual queda justificada por el intercambio de dinero.
En este libro he desarrollado el proceso de fabricación de la puta, pero la industria del sexo también fabrica puteros, porque los hombres no nacen con un gen específico del putero en su ADN, como afirmó mi querido amigo, el psicólogo Marc Ruiz, en un programa que grabamos juntos para la ETB. Hay un gran interés en fabricar puteros para que la rueda siga girando y generando muchísimo dinero. El proxenetismo global utiliza todos los métodos para fabricar puteros. Sobre todo por medio de la pornografía- que crea adicción y erotiza la crueldad, la violencia y la tortura-, con unas consecuencias devastadoras sobre los propios hombres, despojados de su capacidad de conectar emocional y físicamente con una mujer a través del deseo, la ternura y el placer sexual compartido. Ningún hombre sería violador o putero si delante de él, en vez de un objeto de deseo y consumo, viera un ser humano; una mujer, con sus sueños, deseos y derechos.
Según los informes de Naciones Unidas un 39% de los varones en el Estado español han consumido prostitución. Estamos rodeadas de puteros. Esto es problemático y está intrínsecamente ligado al consumo de los cuerpos. Hay adolescentes, de alrededor de 16 años, con problemas de disfunción eréctil. Son incapaces de excitarse y mantener relaciones sexuales satisfactorias al margen de la violencia. Antes de tener una experiencia sensual compartida son agredidos psicológicamente por la pornografía. Estamos ante una catástrofe, porque la pornografía se consume desde edades cada vez más tempranas y es la única educación sexual. Así es muy fácil perder de vista la conexión que hay entre el cuerpo y el ser, porque se nos está diciendo que son dos cosas diferentes, que no tienen nada que ver. Para muchos chicos jóvenes alcanzar el placer sexual se convierte en una gran frustración, que alimenta la violencia, porque el único placer lo sienten violentando mujeres. Estamos fabricando agresores sexuales a escala industrial.
Para conseguir excitación se consume pornografía con las peores agresiones, violaciones en grupo o en solitario, pedofilia, maltrato…Quienes la consumen cada vez necesitan más violencia para excitarse. No hay límites cuando la degradación patriarcal entre en cualquier lugar. De hecho, en la pornografía las escenas sexuales que contienen agresiones contra una mujer conforman el 94% del total. Este consumo obedece a un acto comercial de pura misoginia. Cuando te excitas con tantas violencias de por medio es muy difícil empatizar con nadie. Esta falta de empatía forma parte del prostíbulo y de la pornografía. No es arte, no es cine. He conocido mujeres que han estado en la pornografía y en la prostitución y son personas con muchos trastornos psíquicos. Muchas acaban suicidándose. Además, nunca se podrán retirar del mercadillo pajillero internacional las imágenes de la que un día, y sin saber la repercusión de sus actos, decide mostrar su intimidad. Tenemos que abrir los ojos ante lo que es un auténtico sistema de destrucción y deshumanización de las personas.
La sociedad de hoy carece de sexo afectivo. Somos analfabetos sexuales. Hemos pasado de un extremo al otro. De una generación en la que la sexualidad era un tabú porque se consideraba pecado, a una en la que es tabú por la imposibilidad de abordar el tema con conocimientos profundos. ¿Quién educa a quienes educan? Hay padres y madres que se ven impedidos para afrontar la nueva realidad. No tienen herramientas para educar sexualmente a sus hijos e hijas y destapar la realidad del auténtico problema que supone el consumo masivo de pornografía, con un acceso tan sencillo, en el teléfono de cualquier joven con internet. Se incita a los chicos a consumir pornografía y a las chicas a crear contenido pornográfico. Cada vez hay más casos de chicas menores de edad captadas a través de las redes y empujadas a la industria de la explotación sexual. Todo ello porque no somos capaces de afrontar la realidad y no cumplimos con nuestra responsabilidad de personas adultas. Negar un problema no lo hace desaparecer. Lo agranda o agrava, y tiene unos costes incalculables pues se trata de la vida humana y en especial de aquellas personas que representan el futuro de la humanidad. La prostitución es ocio, diversión y negocio para los hombres. La pornografía es el marketing de la prostitución. La pornografía es un producto y, como tal, se tiene que vender y renovar continuamente. Empezó con la infantilización de las mujeres a través de la depilación. Luego fue dando pasos hacia una versión más misógina, más violenta y más cruel, con golpes, tirones de pelo, violaciones en grupo y hasta prácticas relacionadas con la asfixia. Con frecuencia adolescentes y jóvenes acuden a urgencias después de sufrir sexo. Porque las mujeres, en general, no tenemos sexo ni lo gozamos. Lo sufrimos. Cada vez más. También aumentan los crímenes machistas bajo el nombre de sexo duro. Mujeres que mueren asfixiadas y torturadas por los sádicos que fabrica esta multinacional criminal.
El nuevo relato de la industria criminal, ávida de mercancía joven, utiliza en la actualidad el perverso mensaje de dirigirse a las jóvenes que venderles “empoderamiento”. Antes nos decían “usa tus armas de mujer para sacare l dinero a los hombres”. Hoy en día “armas de mujer” suena a machista, porque lo es. Ahora le han puesto otro nombre: “capital erótico”. “Usa tu capital erótico, no seas tonta”. Cuanto más niña y más delgada, más capital erótico. Las gordas se utilizan sobre para las prácticas BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión y Masoquismo).Las gordas excitamos especialmente a los más sádicos gracias a la pornografía. Nuestros cuerpos no se consideran bonitos ni atractivos. Solo sirven para ser torturados y como receptáculo de la misoginia más brutal. La pornografía siembra odio contra las mujeres y las niñas. Contra todas las mujeres y niñas.
Es importante entender que los puteros son agresores sexuales. Un billete no puede eximir de responsabilidad a un agresor sexual. Ese es un pensamiento neoliberal. Para nosotras, el dinero es la prueba de la coacción de la libertad sexual de las mujeres. La libertad sexual no es tener sexo con cualquiera, sino hacerlo con quien deseamos, desde el placer y el reconocimiento mutuo; y también tener la libertad de decir no y que ese no no sea el principio de una negociación, sino el fin de toda conversación. Mientras llenamos las calles al grito de “¡No es no!”, “¡Hermana, yo te creo!” y “¡Ninguna agresión sin respuesta!”, hay hombres- cuatro de cada diez- que no están dispuestos a escuchas un no y por ello van a comprar un sí- con total impunidad, sin cargo de conciencia y regodeándose de ello.
La demanda de niñas y también de niños va en aumento, porque la perversión no va a parar, irá a más. En países en lo que se ha normalizado el consumo de prostitución, donde se ha legalizado el acceso al cuerpo de las mujeres, las prácticas sexuales son cada vez más violentas, más denigrantes, más vejatorias. Esto se debe a que el mensaje que recibe la sociedad, que reciben los hombres, es que no pasa absolutamente nada por tener sexo con una mujer que no te desea, a la que incluso puedes dar asco.
Los puteros son, junto a los proxenetas, los culpables de que haya prostitución, pero apoyados por el silencio y la complicidad social, apenas se ven. Pasan desapercibidos. Y no será porque no los haya. Los hay a millones. Las pocas veces que salen a la opinión pública o en las conversaciones se cree que son pocos. También se les excusa con argumentos tan misóginos como no ser agraciados, carecer de habilidades sociales o tener alguna discapacidad. Se da por hecho que el sexo para ellos es un derecho y que ahí estamos las mujeres para satisfacerlos. Cualquiera de los hombres que nos rodean puede ser un putero. No hay un perfil establecido, da igual la edad, el estatus social, el nivel intelectual. Lo único que tienen en común, aparte de ser machistas, es que son hombres. Yo los he clasificado en tres categorías en función de cómo actuaban. Se me ocurrió hacer esta clasificación porque innumerables mujeres y hombres me decían que no todos los puteros son malos, que algunos son buenos y solo van a hablar. En cinco años no he visto ni uno que no acabe follando, después de hablar. Lo más gracioso es cuando dicen que las prostitutas hacemos de psicólogas. Lo siento mucho por quienes habéis estudiado la carrera de psicología. Lo llegáis a saber antes y os metéis a puta. ¡Ja!
También la bondad social defiende a quienes tienen una discapacidad. ¡Claro que sí! No pueden acceder a los derechos básicos, pero que follen, coño. Aunque sea pisoteando los derechos humanos de las más pobres y vulneradas. Total, son solo mujeres.
Veamos las categorías:
El putero majo es, para mí, uno de los peores maltratadores. Estos iban de buenos y me hacían preguntas, me contaban cosas. Al principio cuando me preguntaban les contaba la verdad, pero se daban la vuelta y se iban con otra que ya sabía las reglas del juego. Aprendí rápido que estos puteros no preguntaban para saber la verdad, sino para alimentar su ego y tranquilizar su conciencia. Tenía que ser muy amable, sonreírles, escucharlos y aprobarlos con cariño y admiración. Para mí esa situación era una de las más enloquecedoras. Ellos me obligaban a estar allí presente, no solo en cuerpo, también en mente. Aquello era una tortura para mí y sé que lo es para la gran mayoría de las mujeres prostituidas.
Mientras estaba con este tipo de putero no podía evadirme y contar mentalmente el dinero que había ganado ese día y cuánto me quedaría a mí, ni cuánto me faltaba para comprar esa casita con jardín. Tenía que estar allí, verle la cara, sentir sus sucias caricias y su aliento. Y abrazarlo y acariciarlo. Eso y sonreír. ¡Muy importante! La impotencia y la rabia que me producía eso no puedo describirlo con palabras. Babosos que querían mi cuerpo, mi alma, mi mente y toro mi ser por un miserable billete. Los puteros majos quieren comprar aquello que ni las putas vendemos: las caricias, el cariño, la ternura, los abrazos sinceros, los besos de amor… Lo quieren todo por un miserable billete. Y no les importa obligar a alguien a fingir cariño. Es mucho más difícil fingir cariño que fingir placer sexual. Una manera de torturar no solo el cuerpo y la mente, sino también el alma.
Además, parecía que debía estarles agradecida porque ellos supuestamente me trataban bien. Solía acabar desquiciada y les decía que follaran de una vez y se largaran; entonces se ofendían muchísimo y pasaban de ser novios amorosos a llamarme puta asquerosa, mentirosa y estafadora de la manera más violenta. Eso me daba mala fama u tuve que dejar de hacerlo así y tragar en silencio esos ataques de locura que me daban cada vez que estaba con un putero majo.
El putero macho es el tipo de putero que piensa que su masculinidad, su valor como hombre, tiene que ver con la cantidad de mujeres a las que penetra y a las que- en su imaginación, claro está- satisface sexualmente. El sexo es negociación de placer entre dos: lo que tú quieres, más lo que yo quiero. Sin embargo, estos hombres no están dispuestos a negociar el placer con una mujer de igual a igual porque es probable que tengan que esforzarse muchísimo más. Su masculinidad tóxica patriarcal tiene que ver con penetrar, no con el sexo. Para ellos solo somos agujeros. No les importa lo que pensamos, o si somos cariñosas o no. Incluso diría que con este tipo hay que hacer una actuación de puta ideal: la loca por el sexo, que consiste básicamente en actuar como las mujeres de las películas porno. Él penetra, eyacula y se va, sin importarle nada más. Y nos quedamos con nuestro cuerpo violentado y dolorido.
El putero misógino, por último, es el más violento y peligroso, porque las prácticas que lleva a cabo para sentir placer dentro de su sadismo son difíciles de narrar. La mayoría de las mujeres que son asesinadas dentro del sistema prostitucional muere a manos de este tipo de putero, muy violento. Cuanto más dolor, humillación y miedo te hacen pasar, más disfrutan. Me he escapado de la muerte más de una vez tratando con ellos. Su escalada de violencia actual creo que tiene mucho que ver con los avances del feminismo, con la lucha de las mujeres, porque este tipo de hombres tiene menos espacios en el mundo real para ejercer su misoginia. Y la prostitución es el lugar libre de feminismo, el paraíso de los “hombres de siempre”. Ahí puedes seguir ejerciendo ese odio hacia las mujeres. Pero no nos engañemos, su odio no es hacia la prostituta, es un odio hacia todas las mujeres.
Y luego están los hombres que dicen que no van de putas, sino que van de copas o que solo acompañan a sus amigos(puteros). Y yo pregunto ¿cómo te puedes divertir en un campo de concentración? Su violencia no es menor que la de quienes nos penetran en la habitación. Mientras toman esa copa pagan por tener a la vista la mercancía, manosearte, te preguntan qué les vas a hacer…Esa copa que toman también mantiene el sistema prostitucional y beneficia económicamente a los proxenetas.
Al principio pensaba que podía identificarlos antes de entrar en el cuarto, pero la experiencia me demostró lo contrario. Daba igual si el putero era político, juez, policía, fiscal, periodista, sindicalista, obrero, empresario, deportista, casado, soltero, joven o mayor. Nunca sabía con cuál de los tres tipos de puteros me iba a encontrar una vez que se cerraba la puerta de la habitación. Todos eran repulsivos. Una vez que estás dentro te topas con una gama de puteros que van desde el verdadero monstruo que te pide sadismo nivel 10, a los que son expertos en llegar, penetrarte, correrse y marcharse. También están los que te regatean y aceptas cobrar menos porque estás desesperada y tiene que pagar las multas y la deuda.
A veces había tipos que se ponían violentos en las habitaciones porque les insistíamos en que en lugar de pagar allí lo hicieran en recepción. Una vez uno que tomaba cerveza y cocaína me estampó contra la pared y sentí que se me revolvía todo, porque en su media hora quería echarme dos polvos. De nada sirve el botón del pánico que hay al lado de la puerta para escapar del hombre así, porque primero tienes que llegar hasta él y luego darle.
Cada vez hay más chicos jóvenes que van a los burdeles. De hecho, organizan fiestas temáticas en las que sortean un polvo y una chica que pueden elegir. La percepción de un aumento del consumo de prostitución por parte de los más jóvenes lo ha señalado la Policía Nacional, que lleva años alertando de la bajada escalonada de la edad de los consumidores de prostitución, además de las sociólogas, los propios proxenetas o las asociaciones de asistencia a las víctimas.
Asumamos que los puteros son explotadores, torturadores y hasta exterminadores. La vida de las putas es muy corta debido a ellos. Y cuando morimos o nos asesinan, seguimos siendo invisibles. La violencia sigue ahí después de que perdemos la vida. Mientras que para los puteros el prostíbulo es un oasis en el que campar a sus anchas, es una fiesta en la que se encuentra con mujeres disponibles y desnudas a las que babear, es su vía de escape, su último rincón de patriarcado puro, para nosotras es una cárcel donde las secuelas físicas y psicológicas nos reducen a la nada más absoluta. Hay que fijarse en que la prostitución es el único lugar, simbólicamente, en el que se permite a la mujer “tomar la iniciativa”, y es una falsa iniciativa, porque quienes sí son libres de elegir consumir cuerpos de mujeres son los hombres. La decisión de las mujeres, supuestamente libre, que en el discurso proxeneta se traduce en liberación sexual, no es más que un espejismo que responde al patriarcado: si ellas “eligen” deben tener muy claro quién es el que tiene el poder. A los hombres les gusta que una mujer tome la iniciativa siempre y cuando no vean amenazada su virilidad. En la prostitución los hombres no solo refuerzan su masculinidad, sino que también le dan descanso. A algunas mujeres se nos convierte en una cavidad en la que los hombres pueden verter el miedo a la “mujer sin miedo”, como diría Eduardo Galeano.
(Amelia Tiganus. La revuelta de las putas. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U. Barcelona. 2021)