1.El gobierno del pueblo
En un sistema político democrático, el poder está en manos del pueblo. La palabra democracia proviene de los términos griegos demos (“pueblo”) y kratos (“poder”). Esto se debe a que la forma de gobierno democrática fue adoptada por primera vez en la ciudad griega de Atenas, donde alcanzó su máximo desarrollo hacia el siglo V a.C.
A diferencia de lo que ocurría en otras ciudades donde gobernaban los reyes o los nobles, en la antigua Atenas las decisiones políticas más importantes se adoptaban mediante votación en una asamblea abierta a todos los atenienses que fuesen ciudadanos, es decir, hombres libres, mayores de edad e hijos de padres atenienses.
Esto quería decir que había grandes grupos de personas que quedaban fuera del sistema democrático. Ni las mujeres, ni los extranjeros residentes en la ciudad, ni los numerosos esclavos que vivían en Atenas podían tomar parte en las discusiones democráticas.
Sin embargo, y pese a estas importantes limitaciones, el sistema político de Atenas es el más abierto e igualitario que existió en la antigüedad, sobre todo si lo comparamos con el modo en que se ejercía el poder en otros lugares por aquella misma época.
El sistema político que adoptaron los atenienses era una democracia directa, porque en ella todos los ciudadanos que lo deseaban podían intervenir y participar en la política. Esto era posible porque Atenas no era una ciudad demasiado grande, y porque a las asambleas no siempre acudían todos los ciudadanos.
La época de esplendor de la democracia ateniense coincidió con momentos de auge económico, militar y cultural para la ciudad. Sin embargo, no todos los atenienses estaban a favor de este régimen político. Entre los muchos personajes que criticaron el sistema democrático destaca sobre todo Platón, quien consideraba que el poder no debería estar en manos del pueblo, ya que las decisiones adoptadas por mayoría muchas veces son equivocadas. Platón pensaba que el poder debía estar a cargo de los más sabios, porque únicamente ellos saben lo que es verdaderamente bueno para la sociedad.
A pesar de su brillantez, la democracia ateniense no duró mucho tiempo. En el siglo IV a.C., Atenas cayó bajo la influencia del reino de Macedonia y algún tiempo después fue sometida el poder de Roma. Tras la breve experiencia democrática en Grecia, esta forma de gobierno prácticamente desapareció y no volvió a surgir hasta muchos siglos más tarde.
2. De súbditos a ciudadanos
Después de una larga etapa en la que la democracia parecía haberse extinguido por completo, el sistema de gobierno democrático reapareció de nuevo a finales del siglo XVIII. En esta época se desarrollaron dos grandes acontecimientos históricos de enorme importancia: la independencia de los Estados Unidos de América y la Revolución francesa. En ambos casos se produjo una ruptura revolucionaria con la situación anterior para instaurar un sistema más igualitario y democrático.
Sin embargo, tanto los Estados Unidos como Francia son países mucho más grandes que la antigua Atenas. Los modernos Estados nacionales se caracterizan por tener un extenso territorio y una población muy numerosa, que no se pueden gobernar mediante una democracia directa. Para solventar este problema se propuso desarrollar un sistema diferente, basado en la democracia representativa.
En una democracia representativa, los ciudadanos y las ciudadanas también participan en las decisiones, pero lo hacen de manera indirecta porque no resultaría práctico convocarlos a todos a una asamblea directa. Para garantizar la intervención del pueblo se realizan elecciones, en las que la ciudadanía elige a unos representantes para que actúen en su nombre.
Estos representantes son los que se reúnen para deliberar, hacer las leyes y tomar decisiones en el Parlamento.
Tanto los revolucionarios estadounidenses como los franceses eran muy conscientes de la importancia histórica que tuvo la reaparición de la democracia. A diferencia de lo que sucede cuando gobiernan los reyes, en un sistema democrático las personas pueden participar en las decisiones que les afectan. Cuando el poder está en manos del pueblo, los individuos ya no son súbditos, sino que pasan a ser ciudadanos y ciudadanas. Esto quiere decir que las personas han dejado de estar sujetas al poder de otro y han pasado a gobernarse a sí mismas, implicándose activamente en la organización y el mantenimiento del orden social.
3. Los requisitos de la democracia
Desde su aparición a finales del siglo XVIII, la democracia representativa se ha ido consolidando y extendiendo. Hoy en día casi todos los países del mundo se presentan como sistemas democráticos, aunque la situación real en muchos de ellos no siempre se corresponde con esta afirmación.
Para que podamos decir que un Estado es verdaderamente democrático, es preciso que se cumplan una serie de requisitos básicos.
En primer lugar, deben respetarse el imperio de la ley y la división de poderes. En una verdadera democracia existe igualdad ante la ley, porque las leyes son las mismas para toda la ciudadanía y se aplican de la misma manera independientemente de nuestras circunstancias personales.
También deben existir elecciones libres con sufragio universal, para que la ciudadanía pueda elegir libremente a sus representantes entre distintos partidos políticos.
Además, los derechos de la ciudadanía deben ser reconocidos y protegidos por la ley, de forma que se respeten la igualdad, la libertad y la participación de todos y todas.
(C. Prestel Alfonso. Filosofía Bachillerato. Editorial Vicens Vives. Barcelona. 2022)