Desde sus orígenes las religiones no sólo han intentado explicar aspectos espirituales y morales, sino también el mundo físico y natural. De manera paralela, la ciencia y la filosofía también han dado explicaciones y teorías de los fenómenos naturales. Pero a lo largo de la historia determinados fenómenos físicos han sido expuestos de modo distinto por la ciencia y la religión.
La diferencia fundamental entre estar explicaciones es el punto de partida. La ciencia se basa en la observación de la realidad, en la experiencia, en teorías que se han de cuantificar y poder compartir. Cualquier afirmación científica tiene que ser comprobada y contrastada mediante experimentos y pruebas; y además ha de ser aceptada por todos los científicos. La religión en cambio parte de los textos sagrados (ya que constituyen la palabra de Dios) o de la interpretación que los sacerdotes o sabios de cada religión dan de los mismos.
Las explicaciones sobre el origen del hombre, la constitución de la materia, las causas de los fenómenos naturales, los límites del mundo, la constitución del universo, el origen de la vida… que ha dado la ciencia a lo largo de la historia han chocado con las que ha dado la religión. Hay dos momentos históricos y célebres de confrontación entre la ciencia y la religión cristiana: la revolución científica en el campo de la física del Renacimiento, con Galileo como caso ejemplar, y la revolución de la biología en el siglo XIX, con Darwin como protagonista. En el primer caso se discutía sobre el movimiento de la Tierra, su centralidad en el universo, y sobre si la Tierra era redonda o no; en el segundo caso se ponía en cuestión el origen del ser humano: si era un acto de creación divino o si era fruto de la evolución de la naturaleza. Ya en el siglo XX, la religión cristiana ha aceptado plenamente las afirmaciones de Galileo y ha matizado las teorías evolucionistas de Darwin.
En la actualidad el conflicto entre ciencia y religión también se da en los propios científicos que son seguidores de alguna religión. Se trata de convivir con unas creencias religiosas y al mismo tiempo con unas tesis científicas que a veces resultan contradictorias.
En cuanto a la vida cotidiana de las personas, el desarrollo de la ciencia, especialmente en el campo de la biología, ha provocado múltiples dilemas morales en temas como la clonación, la investigación con células madre, la muerte digna, el aborto, las manipulaciones genéticas y similares, más allá de los grandes temas sobre la existencia del alma o el creacionismo divino. Y en el ámbito más profundo la ciencia da una visión materialista del mundo; es decir, explica la realidad a partir de los hechos materiales, los elementos químicos, la materia física y las relaciones mecánicas entre las cosas del mundo (esta concepción materialista de la realidad se ha convertido en hegemónica en la cultura occidental), con lo cual deja poco margen a las posiciones de la religión. Ésta afirma ña existencia de aspectos o fenómenos no materiales que también pueden explicar la realidad y que influyen activamente en la conducta de las personas y las cosas. Así, la dimensión espiritual de la persona no encuentra espacio en la visión material de la ciencia.
A pesar de ello, tras los últimos 100 años, en los cuales el empirismo de la ciencia hacía gala de su incompatibilidad con la religión, hay una tendencia a mantener un pacto implícito de no agresión entre científicos y creyentes en el sentido de que ciencia y religión tienen propósitos distintos y se refieren a diferentes niveles de la realidad, que periódicamente aún se dan polémicas entre ciencia y religión a raíz de teorías o descubrimientos que ponen en cuestión algún valor religioso importante.
En resumen, las relaciones entre ciencia y religión pueden definirse según cuatro criterios: conflicto (oposición absoluta en sus puntos de vista), independencia (cada área de saber humanos e preocupa de temas distintos desde perspectivas diferentes), diálogo (posibilidad de coincidencia en determinados temas) e integración (unión de la perspectiva científica con la religiosa).
(J. Muñoz Redón- M. Güell Barceló. Historia de la filosofía. Editorial Octaedro. Barcelona. 2009)